Hay dos formas en las que puedes hablar con adolescentes:
- La primera, es con palabras acordes a la edad del adolescente.
- La segunda, es con acciones.
Ambas formas deben ser usadas en el trato con esta población.
Los adolescentes con esta enfermedad tienen diagnóstico de diabetes tipo 1, tienen como característica básica ser insulinodependientes, esto implica que deberán aplicarse insulina para mantener el proceso metabólico del cuerpo en buenas condiciones.
Hablar con los adolescentes se vuelve especialmente importante para evitar malas interpretaciones y asegurar su inclusión social en el medio donde se desenvuelven. Explicar qué es la enfermedad y cómo se puede vivir con ella, es darle a entender que la vida será un poco diferente pero muy saludable, la adecuada dieta y el ejercicio serán parte de ella.
Es importante tratar de no asustar a los adolescentes para que sigan indicaciones, hay que hablar con claridad y asertividad. La diabetes altera toda la vida del adolescente y de las personas que le rodean, la segunda forma de hablar con adolescentes es el ejemplo. El tema de la diabetes no importando la edad es complicado, los cambios que hay que implantar en la vida de las personas afectan su vida.
La dieta balanceada y el ejercicio son básicos para tratar de nivelar el sistema metabólico del cuerpo.
El caso de Dana:
Dana es una niña de 10 años. Sus padres no son diabéticos, sus abuelos fueron diagnosticados con diabetes tipo 2. A los 8 años de edad fue diagnosticada como persona diabética tipo 1, según sus palabras “fue terrible”, estuvo dos veces en el hospital… “casi me moría”- menciona Dana.
No comprendía por qué debía comer más verduras que sus hermanos, no podía comer dulces, pero sus hermanitas si lo hacían. El día de su cumpleaños no había pastel o se compraba y ella no comía, según la mamá “era desesperante para ella y su familia”. Dana se escondía para comerse los dulces, o el azúcar de la casa; en el colegio pedía que le compartieran las chucherías que compraban sus amigas, la familia según el papá “vivía un martirio”. Hacían dos tipos de comida, de la “nena” y “la de nosotros”.
Un día fue referida al psicólogo del colegio por mala conducta y avisaron a sus papás. Los papás dieron la autorización para que Dana asistiera y así “convencerla de que tenía diabetes y debía hacer caso.” El psicólogo trabajó lo siguiente: el “NOSOTROS”, el cual debía incluir a Dana y la familia.
Dana y sus papás visualizaron que la familia en su ánimo de ayudar, había hecho que Dana desarrollara pensamientos tales como: que no era de la familia y era una carga para ellos, por ello sus bajas calificaciones y mala conducta en el colegio.
A partir de eso, se inició un cambio paulatino de “comida para todos”, menos dulces para la familia, mejores alimentos para todos, iban al parque o a caminar dos o tres veces a la semana, la aplicación de la insulina se rotaba entre los papás, así Dana dejó de percibir a su mamá como la mala que la pinchaba, el colegio se involucró en el sentido de ver la lonchera saludable,
y poco a poco Dana y su familia fueron cambiando.
Aún tiene recaídas, a veces los papás están de mal humor y sus hermanos se quejan de no comer algunas cosas, por ejemplo: pan; pero siguen unidos, como familia.
Hay días buenos y días malos, la economía a veces está mejor y a veces complicada, la compra de medicamentos que era un problema en las farmacias generales, mejoró al encontrar lugares que atendían solo a personas con diabetes.
Al aceptar la dieta balanceada como un sistema para todos, hubo cambio efectivo en la salud de los papás y el crecimiento de los niños.
Luz Marina Cifuentes Carrera / Psicóloga